jueves, 28 de junio de 2012

Orquídea roja - VI (Final)

Phoebe recorre cada rincón de la Base sin éxito, hasta que decide entrar en la zona de hangares. Ahí, encuentra por fin a Jozy trepada en una escalera, acabando de escribir con una brocha y pintura blanca las palabras “Красные орхидеи” en la nariz de su Icarus, por ambos lados y de considerable tamaño.

Al terminar, baja por la escalera para dejar el bote de pintura junto con la brocha en el suelo. Se limpia las manos con un trapo y, aún con la mirada fija en sus palabras recién pintadas, comienza a hablar.

— Debo de volver a la Tierra. Mañana mismo partiré.

— Lo sé, ya que iré con usted.

— ¡¿Cómo?!

— Sí, pedí mi cambio.

— ¡Pero...!

— No hay pero que valga, no pienso dejarla sola de nuevo, Sargento. Ya que si eso sucede, me ha demostrado que únicamente comete locuras.

— Phoebe... No sé que decir...

— No me diga nada, Sargento. Además, debo de protegerla de un tal Lennox, ya que seguramente, se lo encontrará por allá de nuevo.

Ambas chicas se funden en un bello abrazo, sonrientes, con la fuerza de estar siempre juntas, pese a lo difícil que parezca ser el futuro por venir. Al separarse, con ojos cristalinos que intenta disimular, Phoebe pregunta curiosa.

— ¿Qué significa? Mi ruso aún deja mucho que desear...

Con voz triste, Jozy responde.

— “Orquídea roja”.

Phoebe sabe que no es necesario decir nada más. Sólo cierra los ojos un instante, para pensar en luz que cubra a Jozy por completo y, elevar una oración:

Sana ya ese corazón, amor mío, que tu Papá donde se encuentre, está muy orgulloso de ti.

miércoles, 27 de junio de 2012

Orquídea roja - V

Una caravana de vehículos se detiene en la entrada de la Base, donde se encuentra ubicada una gigantesca estatua del dios Titán Prometeo, considerado en la mitología griega como el protector de la civilización humana. La estatua se erigió en honor al programa de exploración espacial, porque lleva su mismo nombre. No obstante, en estos momentos, es irónico que se encuentre aquí, ya que la humanidad a partir de ahora, necesitará algo mucho más efectivo que simple protección divina para poder sobrevivir.

De éstos, descienden varias autoridades militares, lideradas por el muy reconocido General Newmann, el mismo que dirigió con éxito las pruebas de vuelo de los primeros modelos Ícaro desarrollados en las instalaciones militares del complejo aeroespacial más importante de Nueva Europa, hace poco más de veinte años, en la Tierra.

El General camina con paso apresurado, mientras uno de sus asistentes le entrega un portapapeles con un muy grueso expediente, de más de cuatrocientas hojas, que toma con desprecio para ni siquiera hojear la primera página, como si ya supiera su contenido. Los soldados le abren paso por todos los accesos de seguridad, que uno a uno, se encuentran distribuidos por los diversos pasillos y niveles, para llegar a la zona restringida donde se encuentran los separos y salas de interrogación.

Ahí, dentro de una pequeña sala iluminada fuertemente, en la que únicamente hay una mesa y dos sillas, se encuentra sentada Jozy con las manos entre los muslos, como si tuviese frío. Las otras autoridades militares que le acompañan y el personal de la Base asignado a esta área, se acomodan en el cuarto contiguo, para ver y grabar el interrogatorio por detrás de un cristal que aparenta ser un espejo, visto desde dentro de la sala.

Al entrar, el General coloca su portafolio sobre la otra silla. Se da la vuelta y avienta el expediente sobre la mesa, donde puede leerse el nombre Ksyusha Tereshkova en la portada. Lo hace a un lado para recargarse sobre la mesa, y dirigirse directamente a los ojos de Jozy, que lo esquiva con la mirada.

— ¿Te has dado cuenta en el lío que nos has metido?

— Ellos nos atacaron primero.

— ¡Con un demonio, maldita sea! ¡No se trata de eso! — El General golpea la mesa violentamente y se lleva las manos a la cabeza, para mesarse los pocos cabellos blancos que le quedan y terminar colocándolas por detrás, en la nuca. Desencajado, sólo mira a Jozy con frustración, como un padre que no sabe reprender a su hijo. Después de un rato, busca de entre sus bolsillos una cajetilla de cigarros, y le ofrece uno.

— No fumo, gracias.

— Pero si te automedicas, ¿verdad?

— Lo siento.

El General está a punto de perder la paciencia. Así que mejor opta por suspirar y encender un cigarro. Hace otra pausa para soltar el humo y continuar.

— Jozy, dime por favor, ¿qué debo de hacer contigo? ¿Sabes cuántos tratados, códigos y leyes has violado hoy?

La chica sólo baja la cabeza y moviéndola, responde que no.

— Niña estúpida...

En eso, llaman dos veces a la puerta y se abre. Es un soldado que trae un teléfono inalámbrico entre las manos.

— Siento interrumpir General, pero alguien quiere hablar con la Sargento.

— ¿Quién es?

— No lo sé, pero la llamada proviene de la línea “importante”.

Jozy toma el teléfono y en silencio, escucha con atención. Durante varios minutos, sólo llega a pronunciar muy seriamente algunos sí, y unos no, para terminar con un está bien.

— Ahora quiere hablar con usted, General.

— Veamos...

El General habla con voz muy baja, casi imperceptible. Al terminar la llamada, con un rostro mucho más tranquilo y resignado, coloca al teléfono sobre la mesa y empieza a romper el expediente.

— Ya no eres mi responsabilidad. Tienes suerte, puedes retirarte. Prepararé todo para que mañana mismo viajes a la Tierra, te esperan en Neo Tokio. Espero estés conciente de lo que está por venir. ¿Necesitas algo más?

— Una escalera, pintura blanca y una brocha.

El General no da crédito a lo que escuchó.

— ¡¿Qué?!

martes, 26 de junio de 2012

Orquídea roja - IV

Jozy se esfuerza un poco para mantener a su Icarus por detrás y cerca del objeto volador. En su panel de instrumentos, la pantalla principal de vuelo empieza a parpadear mostrando un mensaje del IFF Transponder que aparece y desaparece, repitiéndose continuamente con un leve sonido de alarma.

ERROR – ERROR – ERROR

El radar tampoco lo detecta, es muy extraño. De seguir así, nunca podrá alcanzarlo. Además, se mantiene a menos de treinta mil pies. No tiene opción, debe hacer algo rápido.

— Aquí Líder 1503 Tereshkova a Control: Me encuentro en persecución de un objeto volador discoidal, no humano, sobre la región ciento ochenta y dos. Cambio a modo a visual para su intercepción, por favor, sigan mi marca —. Muy bien, aquí voy... Borde de ataque a sesenta grados, no debo olvidar prestar la atención necesaria a los instrumentos. Acelerando a velocidad de escape en tres, dos, uno... — ¡Ahora!

El Icarus de Jozy se convierte en una mezcla única de poder, gracia y belleza. En un parpadeo, alcanza fácilmente al objeto para colocarse dentro del radio de ataque y derribarlo sin problema.

— ¡Te tengo! ¡Fuego!

Los pods se abren dejando salir una ronda de micro misiles que impactan sin misericordia al objeto, haciéndolo caer entre llamas para estrellarse y terminar explotando en el suelo.

— ¡Sí! ¡Muy bien! Líder 1503 a Control: El objeto ha caído, procedo ahora a efectuar un reconocimiento visual en tierra.

Busca un claro donde descender, ya que es una zona boscosa. Aterriza a unos treinta metros de los restos humeantes y desperdigados del objeto. Abre la cabina y antes de salir, pasa su mano por detrás del asiento, para tomar una escopeta rusa recortada con doble cañón JSC modelo T02-120 de calibre 12, que utilizaba su Papá para cazar aves; y colgándosela al hombro, sólo por seguridad.

Deja el Icarus atrás, caminando rápida y eficazmente entre el bosque. Se acerca a los restos del objeto, examinándolos con curiosidad y tomando algunas muestras, fotografías y video, con el equipo integrado a su uniforme y casco. De repente, escucha algunos sonido extraños, como lamentos, y se dirige a ellos para encontrar tendido a un ser con forma humanoide, de altura pequeña pero con cabeza y brazos algo desproporcionados, siendo mucho más grandes como para el tamaño de su cuerpo. Su piel, que aparenta ser grisácea, muestra heridas por las cuales escurre una sustancia desagradable y apestosa. Sus ojos son enormes, con forma de gota, alargados y absolutamente negros.

Jozy se le queda mirando ya que éste mueve su pequeña boca, tratándole de decir algo. Al verlo desfallecer, se voltea y camina unos pasos para encontrar una mejor señal de recepción, e intenta comunicarse de inmediato.

— Líder 1503 a Control: Solicito una unidad médica de inmediato, hay un sobreviviente, mis coordenadas son...

Una sombra proveniente de atrás con la figura del ser, empieza a crecer delante de ella. Por instinto, gira y dispara las dos cargas a quemarropa. El cuerpo del ser cae sin vida a sus pies.

lunes, 25 de junio de 2012

Orquídea roja - III

— Muy bien, ya estamos aquí. ¿Y ahora qué?

— ¿No quieres algo de aire fresco? Lo necesito.

— ¿Aire fresco Sargento? ¿Es que se volvió loca? ¿Qué no ve todo ese humo negro vomitado a la atmósfera estúpidamente?

— No te quejes. Es lo que hay... Y a nadie le importa.

Los dos Icarus Maximal descienden lenta y silenciosamente, para posarse junto a un camino descuidado y mal pavimentado, por el cual circulan algunos vehículos y tractocamiones cargados con esquistos, para ser llevados a la gran instalación de hornos que se ve en la lejanía. Con sólo una chimenea de cuatro emitiendo humo, parece que trabaja a reducida capacidad, seguramente por la falta de personal provocada por el miedo de los últimos ataques, haciendo que muchos regresaran a la Tierra.

Sobre las líneas de alta tensión, algunas aves se posan para mirar con curiosidad a las dos chicas que con sus uniformes ajustados, se encuentran sentadas a la orilla del camino. Del otro lado, entre la basura, un perro vagabundo, seguramente olvidado por su dueño y dejado a su suerte, cruza con melancolía el campo de fútbol destinado a los trabajadores del complejo, para seguir buscando alimento.

— No sé que hacemos aquí, estamos perdiendo el tiempo.

— Phoebe, ¿puedo preguntarte algo?

— Sí, claro.

— ¿Porqué siempre me has hablado de usted, si nos conocemos desde Dalarna? Hicimos el entrenamiento juntas y desde entonces, has estado conmigo. Fuiste mi compañera de habitación en aquella ocasión; y ahora también, en este planeta.  Eres la única persona que sabe todo sobre mí. Además, yo soy casi cinco años menor que tú.

Phoebe sonríe tímidamente, con desconcierto y admiración. Se acerca poco a poco a Jozy, para tomarla de las manos y cariñosamente, mirarla fijamente a los ojos.

— Porque nunca antes había descubierto a alguien así...

— ¿Pese a que piensas que estoy encaprichada con Lennox?

Phoebe se acerca más, para robar con ilusión, un poco del aliento de Jozy.

— Lennox no me importa... Estoy segura que pronto te darás cuenta de que tienes al verdadero amor enfrente de ti, sólo que ahora, simplemente no lo ves...

De reojo, Jozy observa a un objeto plateado, metálico, en forma de disco que sobrevuela de manera amenazante la instalación de los hornos. Sorprendida, empuja a Phoebe para levantarse y correr hacia su Icarus.

— ¡¿Pero qué diablos haces?!

— Voy a derribarlo.

— ¡No! ¡Detente por favor!

El Icarus de Jozy despega activando el modo de persecución.

domingo, 24 de junio de 2012

Orquídea roja - II


Stern es el primer exoplaneta colonizado por la humanidad. Fue descubierto a finales del año 2015 durante la primera etapa del Proyecto Prometeo, por los legendarios líderes de la misión de exploración: 001 Ícaro Rojo, e 002 Ícaro Azul. Está ubicado en el sistema estelar de Alfa Centauri, girando alrededor de la Estrella A en una órbita estable de 1,7 unidades astronómicas. Su masa equivale a 6 veces la terrestre, y cuenta con dos lunas compuestas principalmente por rocas silíceas, ambas cubiertas por una capa de hilo de kilómetros de espesor.

La temperatura de Stern es estable y templada, que oscila entre los menos 40 hasta los 80 grados centígrados, haciéndolo apto para la vida, que es muy diversa en vegetación y animales vertebrados, incluyendo peces y aves. Tiene extensos mares, lagos, y su corteza es extraordinariamente rica en esquistos bituminosos, de donde puede extraerse petróleo fácilmente a través de un proceso de trituración, combustión y extracción en cantidades sorprendentes: hasta 400 litros por tonelada, lo que provocó que la Fundación estableciera rápidamente colonias y empresas para explotar este recurso y por supuesto, vendérselo después al Gobierno Unido de la Tierra, cubriendo así, por el momento, la demanda energética insaciable de la humanidad.

No obstante, en los últimos meses, los convoyes de transporte rumbo a la Tierra y algunas poblaciones de colonizadores han sido atacadas por naves de una civilización desconocida, que aún no establece contacto. Así, a partir del año 2036, por la fuerte presión política y económica que ejerce la Fundación en el Gobierno Unido, se giraron órdenes estrictas a las Fuerzas Armadas para que todo equipo Icarus asignado a Stern, deba ir armado con ocho contenedores de micro misiles Byford HM-03 de ojivas nucleares en sus pods como mínimo.

Así, la humanidad espera poder defenderse ante lo desconocido.

sábado, 23 de junio de 2012

Orquídea roja - I


Los campos de trigo por los que camino descalza son hermosos. Dorados, se mueven de un lado a otro, como si bailaran conmigo al compás del viento. Me quito el vestido para que mi piel desnuda sea acariciada por el sol, que me recorre completa, llenando mis deseos más íntimos. Satisfecha, abro los brazos y empiezo a dar vueltas, donde mi risa crea constelaciones de estrellas que me elevan para poder tocar la suavidad del cielo.

Cuando bajo la mirada, descubro que tengo alas blancas que me permiten volar libre hacia donde yo quiera, sin que tus reproches o control puedan impedirlo. Aún así, haces que mi cielo se ennegrezca para golpearme duramente de nuevo con la mirada. ¿Sabes?, tú no me obligaste a abrir esa puerta. Yo quería disculparme, quería un abrazo tuyo. Pero te encontré ahí, tirado, en el estudio donde pasabas horas y horas leyendo, tan indefenso.

Las lágrimas al caer cortan mis mejillas como cristales, dejando brotar la sangre de mi alma para arrancarme las alas con las manos y ahogarme con las plumas podridas por el miedo... No fue posible, ya estabas muerto.

De repente, una voz fuerte y clara se escucha preocupada por la radio.

— ¿Sargento? ¿Se encuentra usted bien?

— ¡¿Qué?!

— ¿Dónde está su cabeza, Sargento? ¡Le he preguntado cuatro veces cuál es el nuevo curso!

— Perdóname Phoebe, me distraje por un momento... El nuevo curso es...

Jozy se golpea un par de veces bruscamente la cabeza con su mano derecha. Instintivamente, cierra la comunicación para empezar a recriminarse en la intimidad de la cabina. — ¡Despierta, estúpida! ¡Qué carajo haces, estás alucinando de nuevo! —. Con la mirada perdida, se detiene por un momento, para finalmente gritar: — ¡Ya déjame de una buena vez en paz, Papá! —. Temblando, busca su pequeño pastillero de plástico de donde saca tres comprimidos de 20 miligramos de paroxetina, que se lleva a la boca para tragarlos inmediatamente.

— ¿Pero qué le sucede Sargento?

— El nuevo curso es 3-5-8.

— ¿3-5-8? ¿Está usted segura? Las órdenes para la misión de hoy dicen que...

— ¿Las ordenes de hoy? ¡Ah! Sí... Las órdenes de hoy... Lo que pasa es que vamos a ir primero por las instalaciones de los hornos... Siempre hay quejas de que nunca vamos por allá.

Hay un dubitativo y breve silencio.

— Está bien, si usted lo dice. Pero que le quede claro, lo registraré en la bitácora de vuelo.

Los dos Icarus Maximal, marcados con los números 1503 y 1504 respectivamente, pertenecen al Escuadrón Kardinal de las Fuerza Armadas del Gobierno Unido de la Tierra. En sincronía, empiezan a virar lentamente, manteniendo velocidad y altura para dirigirse a su nuevo destino.

miércoles, 11 de abril de 2012

El medallón de Stern - V (Final)


— ¿Lennox? ¡Despierta por favor!

Tumbado en el césped, junto a la nave, Lennox poco a poco recupera el conocimiento.

— ¿Qué fue lo que paso? —, responde aturdido llevándose una mano a la cabeza y mirando a su alrededor.

— Tranquilo, ya te contaré.

— ¡¿Pero cómo es que estamos acá?!

— Digamos que, me ayudo un nuevo amigo — confiesa, ruborizándose un poco.

— ¿El medallón?

Kya se abre el cuello del overol, mostrándole a Lennox que se lo ha colgado.

— Vaya... ¿Y el alpinista?

Kya detiene las preguntas de Lennox, entregándole algo.

— Toma, es para ti. Y mira que está contento.

Es la jaula mal hecha de bambú, con el canario que canta alegremente, generando sonrisas.

— ¿Nos vamos?

El Icarus Maximal despega en medio de la noche, remontando el cielo con dos lunas de Stern, no sin antes bombardear la red de cavernas y túneles, cerciorándose de que el templo, también haya sido destruido. Kya se lleva las manos al pecho, tomando el medallón que empieza a brillar.

Guardián, puedes estar tranquilo. Ya eres libre. Gracias por salvarme.

— ¿Lennox?

— ¿Sí?

—  Creo que por fin podré comprarme mi apartamento en el mejor barrio de Neo Tokio...

lunes, 9 de abril de 2012

El medallón de Stern - IV


Kya entrega la mochila con el dinero a Lennox. Se desprende de su túnica mostrando el ajustado overol de piloto con las insignias y escudos del Gobierno Unido de la Tierra. Se le acerca un poco para decirle algo al oído.

— No le quites la mirada al viejo.

Kya empieza a trepar hábilmente por las columnas del altar, para ponerse sobre la losa y colocarse frente a la pantera. De la muñequera que lleva puesta saca un dispositivo circular que instala exactamente a la altura del medallón. Al apretar un botón, se activa encajando unas patas metálicas en el bloque de hielo y dispara un rayo láser que empieza a perforarlo.

Lennox se distrae por el canto del canario y se acerca a la jaula para escucharlo de cerca. En ese momento, sin darse cuenta y por detrás, recibe un fuerte golpe en la nuca con la cacha de la pistola que el viejo había mantenido oculta, para caer desvanecido.

— ¡Muy bien preciosa! ¡No te muevas!

Kya, sobre el altar y de espaldas al viejo, se queda inmóvil.

— ¡Así me gusta! ¡Levanta las manos!

¿Qué hago? ¡Maldita sea, apúrate aparato inútil!

— ¡Ya tiene el dinero! ¡¿Quiere el medallón?!

— ¡El medallón no me importa! ¡Quiero el dinero que tu padre pagará por ti!

El dispositivo esta a centímetros de liberar al medallón de su prisión de hielo.

— ¡Mi padre no le dará ni un centavo por mí!

El último hielo que cubre al medallón se está derritiendo.

— ¡Eso está por verse!

— ¡Nunca!

Con un movimiento rápido, Kya retira al dispositivo e introduce de golpe el brazo al orificio en el hielo. Con su mano, logra atrapar por completo al medallón, cerrando el puño. El viejo dispara sin dudar su arma.

¿Pero, qué es esto?
¿Dónde estoy?

Este lugar...

¡He sido transportada!
¡La leyenda es cierta!

Un ser humanoide con apariencia felina, de cuerpo alto, fornido, pelambre blanco, facciones masculinas y brutal fuerza reflejada en sus desarrollados músculos, aparece frente a ella, rodeado por un halo dorado. Kya le habla tímidamente.

— ¿Eres tú, el ermitaño? ¿El guardián de este planeta?  ¿El protector de Stern?

Con voz profunda, le responde.

— Sí. Soy quien ha cuidado este templo y planeta desde el origen del tiempo —, bajando la cabeza, con resignación —, hasta que fui capturado por ellos.

— El medallón...

— Ahora es tuyo. Me has liberado de la prisión de hielo —. El ser se arrodilla y hace una reverencia—. Estoy a tus órdenes, Maat.

— ¡Te equivocas! Yo no soy...

El ser se percata de algo. Echa a correr, brincando intempestivamente sobre ella.

— ¡Cuidado!

Kya se voltea con un giro rápido. Extiende el brazo y abre la mano. Sin saber cómo, la bala que iba directo a su cabeza se detiene y queda suspendida en el aire, a la mitad del templo. El viejo no da crédito a lo que ve.

— ¡¿Qué diablos?!

Los ojos de Kya brillan intensamente. Ahora ella es rodeada por el halo dorado. Con su brazo todavía extendido, desde el altar, lo dirige hacia donde esta el viejo.

— ¡Estúpido!

Un rayo de luz desintegra al alpinista de manera fulminante, sin dejar rastro alguno.

domingo, 8 de abril de 2012

El medallón de Stern - III


Cruzan la aldea tomando una vereda con dirección a las montañas cercanas, que en su cima se encuentran cubiertas completamente de nieve. Pese a la apariencia despreciable, el viejo camina con buen ritmo, recorriendo una gran distancia en poco tiempo, sin importar que sea en ascenso.

— ¿Cuánto falta? —, Kya pregunta impaciente.

— No mucho. Gracias a las excavaciones mineras, quedó al descubierto una red de cavernas y túneles ancestrales que atraviesan las montañas. Ya no es necesario escalar, eso nos llevaría meses. He recorrido algunos de estos caminos subterráneos, que parecen no tener fin. Son cientos, tal vez miles. ¡Esos hijos de puta que los construyeron, si que eran listos!

— ¿Cómo encontró la ermita?

— Voy a serte sincero, preciosa —. El viejo se detiene, coloca la jaula con el canario en el suelo y se sienta sobre una piedra sacando su botella de ron, para beber dos grandes tragos y con voz jadeante, continúa su relato. — Fue un golpe de suerte. Me encontraba en su búsqueda cuando caí por una abertura que estaba cubierta por la nieve. Nunca la vi, resbalé cientos de metros por un túnel de hielo que me llevó directamente a su interior.

— Un túnel de respiración...

— Y ahí estaba todo, exactamente como lo describía la información que me entregó tu padre, frente a mis ojos.

— ¿Para que trae el canario? —, Lennox pregunta con curiosidad.

— Las cavernas y túneles se están llenando de gases tóxicos por las excavaciones mineras. Más vale prevenir.

— ¡Pero se le entregó material y equipo! — Kya revira sorprendida.

— Eso sólo sirve para venderlo y comprar buen ron de contrabando. Un alpinista como yo, no necesita de esos equipos sofisticados —, el viejo se levanta pujando, recoge la jaula y la botella, para seguir andando. — No perdamos más el tiempo, que se hará noche pronto.

Para entrar a la caverna tienen que atravesar una gatera estrecha y larga, en la cual sólo es posible avanzar arrastrándose. El pasaje se va convirtiendo rápidamente en oscuro y tenebroso, donde el viento sopla cruda y fríamente, generando un sonido agudo, intenso...

Como un rugido de advertencia.

Lo reducido de la abertura termina pudiéndose levantar para encender las lámparas que Kya y Lennox llevan consigo. Con la luz, se devela una galería de enormes dimensiones, gigantesca, mucho más grande que un hangar, donde las paredes, techo y piso son perfectamente lisos, brillantes y pulidos, labrados con absoluta perfección en el bloque monolítico.

— Tengan cuidado de no resbalarse —, el viejo sentencia.

Siguen avanzando hasta el fondo, donde hay una apertura en la pared a manera de puerta y en cuyo dintel, se encuentran talladas dos panteras contrapuestas con sus colas entrelazadas. En el interior, de manera austera pero sublime, hay un altar formado por una losa soportada con columnas, sobre la cual está colocado un gran bloque de hielo que contiene a una enorme pantera albina, congelada, sentada sobre sus patas traseras y que lleva en su cuello una cadena dorada de la cual, pende un medallón en forma de estrella.

Arriba del altar, en el techo, hay cuatro agujeros por los cuales entra luz y aire del exterior, creando una atmosfera poderosa, divina, casi celestial...

Que no pertenece a los hombres.

sábado, 7 de abril de 2012

El medallón de Stern - II

Se dirigen a la barra para hablar con el camarero. Por fortuna, nadie más se percató de su llegada.

— ¿Dónde está el alpinista?

— ¿Cómo dijo? ¡No le escucho, hay mucho ruido!

— ¡El alpinista, ¿dónde está?!

El camarero asiente torpemente con la cabeza y señala con mano temblorosa la mesa del fondo, donde se encuentra sentado un hombre viejo, de barba y cabellos descuidados, con ropa desgarrada y completamente cubierto de hollín. Sobre su mesa, hay una botella de ron de la cual bebe sin miramientos y una jaula mal hecha de bambú con un canario adentro. Su apariencia asquerosa hace que no haya ninguna mujer con él.

— Los está esperando.

— Terminemos con esto de una buena vez.

Al acercarse, el viejo los barre con la mirada de pies a cabeza, sin dejar de beber.

— ¿Es usted el alpinista?

— ¿Traen mi dinero?

En silencio, se le enseña al viejo la mochila abierta, iluminándose sus ojos inmediatamente.

— Siéntate solo tú, preciosa. Que tú amigo gorilón, se vaya a divertir a otro lado.

Lennox dubitativo, mira de reojo a la teniente.

— Déjanos solos.

— Estaré en la barra.

El viejo sigue bebiendo.

— Entrégueme el medallón.

— Antes dime tu nombre.

— ¿Para qué quiere saberlo? No es importante.

— ¿Quieres el medallón?

Un breve silencio.

— Soy la Teniente Fukuda, Líder del Escuadrón Amatista.

El viejo se sorprende y empieza a dibujar una sonrisa burlona en su rostro decrépito.

— ¿Fukuda? ¿Eres Kya Fukuda? ¡Carajo! ¡En verdad que ese medallón es importante para tu padre, me envió a su propia hija! ¡Qué cabrón!

— ¿De dónde conoce a mi padre? —, le responde con evidente molestia.

— Mira, preciosa, no nos hagamos tontos. Todos saben aquí quién es tu padre: El mismísimo Kaz Fukuda, dueño de las empresas mineras que están explotando hasta la saciedad los minerales de esta mierda de planeta, para enriquecer y hacer más poderosa a su maldita Fundación —. El viejo hace una pausa y da otro trago —. Además, él mismo me contrató.

— ¡Entrégueme el medallón, aquí está el dinero! —, Kya interrumpe inquietamente.

— Tranquila, preciosa. No me subestimes. Una simple señal de mi parte y todos estos mal nacidos estarán gustosos por divertirse y hacer gozar a la hija del patrón. Tenemos que ir por él.

— ¿Cómo?

— Mi trabajo era encontrarlo y lo cumplí. Ahora, tú deberás de tomarlo —, la mirada del viejo se vuelve perversa —, si es que puedes.

— No creo tener problema con eso.

— ¡Vamos entonces! —, el viejo se levanta con fuerza, tomando la botella y la jaula con el canario —, y que también venga tu amigo gorilón, que nos puede ser de ayuda.

viernes, 6 de abril de 2012

El medallón de Stern - I


— Estamos sobre la señal, hemos llegado. Buscaré un lugar donde aterrizar.

— Procura que sea a las afueras de la aldea, no debemos llamar la atención.

— Entendido.

El impecable Icarus Maximal de dos plazas en tándem color violeta, marcado con el número 2912, desciende lenta y silenciosamente, para posarse en un claro cercano.

— No sé por qué nos enviaron a nosotros.

— Tranquilo Lennox, que nos iremos pronto. No olvides llevar tu arma.

— ¿En verdad crees que sea necesaria?

— Es una orden.

— Okay, teniente.

Ambos pilotos dejan la nave atrás caminando rápida y eficazmente por una vereda entre el frondoso bosque. Llevan puestas túnicas para ocultar los uniformes, insignias y pertrechos. También, uno de ellos lleva una mochila a la espalda. Al llegar a la aldea, no hay nadie en sus pequeñas, descuidadas y rusticas calles, todo es desolación.

— ¿Y ahora?

Siguen caminando sin detenerse hasta topar con unas vías de tren que con sus catenarias suspendidas, forman una telaraña que atrapa sin salida a las decenas de enormes tractocamiones estacionados. A lo lejos, música, gritos de mujeres traviesas y carcajadas, empiezan a escucharse.

— Es por ahí.

Llegan a una especie de taberna de mala muerte donde se nota fácilmente que adentro todo es un alboroto. Mirándose mutuamente y sin decir palabra, entran a ese lugar donde la lujuria y el pecado dominan el ambiente pestilente: Hombres fornidos, sudorosos y grotescos, meten mano sin pudor a las mujeres que por dinero lo permiten, entre drogas y alcohol.

lunes, 26 de marzo de 2012

Café


Despertar.
No quiero.

Ojos cerrados.
¿Para qué abrirlos?

Poco a poco estiro cada parte de mi cuerpo.
Duele un poco. Es delicioso.

¡Qué bien se siente!
Me hacía falta.

Un giro rápido.
Ahora, boca abajo, con la cabeza en el borde de la cama.

Veo el reloj.
Aún es temprano.

Trato de alcanzar el handy.
Está demasiado lejos.

No importa.
Vuelvo a taparme con las sábanas.

Desde la puerta de la habitación,
Tu voz.

Buenos días.

Paso a paso te acercas. Hago un hueco en la cama, para que te sientes a mi lado. Doblo las rodillas para que recargues tu espalda. Mis manos rozan tus brazos. Los recorren lentamente, hasta llegar a los hombros. No me cuesta trabajo, es sólo una insinuación y, de forma natural, casi mágica, te recuestas sobre mí.

Buenos días.

¿Qué tal dormiste?

Bien.

Me quedé viéndote hasta que te quedaras dormido.

Mis manos juegan con tu cabello. Cabes perfectamente entre mis brazos.

Gracias por cuidarme, pequeña.

No te estoy haciendo un favor. Has tenido una semana difícil. Necesitabas dormir.

Sonrisas.

Lo sé. Me hace mucho bien estar contigo. Te extrañaba.

Y yo a ti.

Los minutos se detienen. El mundo no importa.
Tranquilidad.

— ¿Quieres café?

Sí. Contigo, siempre, cada mañana.

martes, 13 de marzo de 2012

Mirando las estrellas

Pero, ¿qué fue lo que te han dicho?

No responde. De hecho, ha pasado toda la noche ignorándome desde que salió de la reunión, inclusive en la cena, o cuando bailamos. Me molesta mucho que lo haga, lo reconozco, acaba con mis nervios. He tratado de ser una mujer comprensiva y, sobre todo, he intentado mostrarle mucha empatía; porque sé lo que está pasando, no sólo con ella y su hija, sino también, con la Fundación.

Sonará muy trillado, increíble, pero todo lo que he hecho ha sido por amor y nada más. Por estar con él, a su lado. Y ya lo sé, a mis treinta, nunca imaginé que estaría aquí, destruyendo un matrimonio y envuelta en cientos; no, miles de asquerosos cotilleos que me implican y juzgan, sobre mi insaciable ambición por el poder, el lujo, y la belleza. Porque eso si, nadie puede negar que no estoy buena: Mis torneadas piernas, mi culo parado y mis tetas firmes fueron las causantes de que te fijaras en mí, no mi palmarés académico. Ése, a nadie le importa.

Paso de lo que digan, ya me vale. Porque al final, estoy contigo. Adoro ir de compras y que demores horas escogiendo un buen jamón sin que olvides las olivas, ver una película a pedacitos porque no dejas de darme besos, o las tertulias con tus conocidos donde siempre te luces presentando cada vez un mejor vino. Tus charlas emocionadas sobre el proyecto Prometeo, los nuevos planetas que se han descubierto, lo orgulloso que estás de Kya y últimamente, ese extraño medallón que se te ha metido tanto a la cabeza. Si esas voces tan solo supieran que pasan dos días sin verte y la cosa va un poco mal, que te extraño, mi mundo se derrumba y, tan sólo quiero correr a tus brazos.

Así, te acomodas de nuevo en el asiento para sacar de la cigarrera un nuevo Montecristo. Te conozco, lo enciendes como coartada, porque estás nervioso. Pongo de nuevo mi voz más dulce, la que tanto te gusta, para intentar acercarme de nuevo.

— ¿Qué te pasa, Kaz?

Sin mirarme siquiera, sueltas las palabras entre la bocanada de humo.

— Le pediré el divorcio a Píxel.

No te lo compro, así de fácil.

— ¡No seas gilipollas, joder! ¿Por qué me dices eso ahora?

Está bien, exageré, no tienes porque reprochármelo con la mirada. Golpeas dos veces finamente el cristal que nos separa del chofer y pides que se detenga la limousine. Me miras fijamente a los ojos mientras abres la puerta, necesitas aire fresco, no tienes que decirlo.

Caminas unos pasos para alejarte. Es una hermosa noche de verano y, el castillo de Neuschwanstein se ve a lo lejos, en todo su esplendor. Cumple cabal todas las historias fantásticas que lo rodean, realmente parece sacado de un cuento de hadas, aunque por dentro, o por lo menos hoy durante el coctel, no ha sido tan espectacular.

— Me han dicho que Kya debe ir por el medallón.

— ¿Kya?, ¿pero, por qué? —. Te digo sorprendida.

No lo sé. No me agrada la idea —. Y vuelves a jugar con el cigarro.

Tranquilo, si ellos te lo han dicho, será por algo.

Extiendes tu brazo pidiéndome. Sabes que lo haré pese a que ya empieza a dolerme. Porque sé que te tengo a medias, y con esa parte, aunque sea muy pequeñita, me conformo.

— Estoy aburrido del auto y la noche es muy bella. Te propongo algo.

— ¿Sí, qué? —, respondo con interés.

— Voy a pedir un helicóptero. Mientras tanto, quedémonos aquí mirando las estrellas.

— ¿Mirando las estrellas? ¿Y eso? —, esto es algo nuevo para mí.

— Se lo aprendí a una pareja de amigos que espero pronto puedas conocer.

lunes, 27 de febrero de 2012

La leyenda de Maat y Aker


¡Lunas tan grandes! ¡Lunas tan bellas!
¡Qué bonitas se ven desde aquí!

¡Lunas tan grandes! ¡Lunas tan bellas!
¿Desde cuándo me observan?

Decía la niña al caminar por la orilla del lago. Acompañada de su fiel guardiana, una hermosa pantera negra, que la cuida desde que nació — creada con el poder mágico de su padre y, al que solamente tiene derecho la familia real —, la niña debía acudir siempre a esa cita todos los días: Ver nacer a las dos Lunas en el horizonte, para después, acompañarlas en su largo recorrido hacia el trono del cielo.

Esta cita era un pacto milenario, que debía realizar la primera hija del rey en turno, generación tras generación: Ella debía ser símbolo de verdad, justicia y armonía cósmica, como así lo ordenaron ellos desde el origen del tiempo. Por su parte, las Lunas con luz maternal, guiarían el regreso de la niña al palacio.

— ¡Vamos Sol, vete ya de aquí! ¡No molestes más! — Reprochaba la niña, porque ese día, el Sol continuaba en el cielo más tiempo de lo debido.

— Es por tu culpa, Sol, que no puedo verlas ahorita. ¡Es por tu culpa Sol, que no aparecen a nuestra cita!

La pantera de la niña se distraía con las luciérnagas que volaban poco a poco por el lugar, desconcertadas por tanta luz que había. La niña cerraba los puños con recelo, porque el Sol, no permitía que las Lunas asomaran con timidez su primera ilusión. Mucho menos que las estrellas aparecieran para ayudarles, en la difícil tarea de colocar el manto perfecto de la oscuridad.

Ante esta situación, recargándose en su árbol especial, la niña dejo al Tiempo la tarea de quitar al Sol del cielo. Pasado un rato, la niña descubrió que el Tiempo no hacía nada y, simplemente guardaba silencio. La niña no sabía que pensar.

¿Es que acaso, las Lunas se han enojado conmigo?
¿Se habrá roto el pacto? ¿Me han dejado sola?


Los miedos de la niña provocaron que el cielo se cubriera de nubes, para después llover, ocultando las lágrimas que la niña derramaba tristemente  por su desesperación. Acurrucada en sí misma, bajo la mirada del cielo. La lluvia cesó, pero el dolor no. Buscaba respuestas en todas partes y, sin encontrarlas, echó a correr sin sentido, terminando en el suelo, rendida, sin saber como se había perdido.

De repente, todo se transformó en olvido. La niña escuchó una voz.

— Disculpa, pero creo que alguien te estaba buscando.

Ella se levantó fugazmente de su lecho, sorprendida, vio a su pantera acompañada por otra, pero esta era albina. Y a un jovencito, con el cabello largo y plateado. Sus ojos azules, reflejaban una mirada inocente. La piel muy blanca pero no pálida, le daba una apariencia amable y educada. Iba vestido con ropas desgarradas. Pero, sobresalía especialmente, el hermoso medallón de oro con forma de estrella, que brillaba y llevaba colgado.

— ¿Quién eres? — Ella preguntó.

— Dejé mi barca en el muelle, hoy no hubo mucho que pescar. Sin darme cuenta, se me hizo tarde. Pasaba por aquí rumbo a mi casa, que se encuentra del otro lado del lago. Encontré a tu pantera perdida en medio de la lluvia, me ha dicho que estaba preocupada por ti.

— ¿Pero, quién eres? — Insistió.

Extrañamente, la pantera negra de la niña no se apartaba del jovencito. De hecho, era cariñosa con él, algo que no acostumbraba hacer con extraños, mucho menos comunicarse con ellos. Más incomprensible aún, entrelazaba su cola con la de la pantera albina.
Además, los seres guardianes mágicos solo estaban reservados para la familia real... Y a ellos...

La niña ya había visto algunas veces al jovencito sobre la barca, desde lo lejos, en el lago pescando. Y también notado que cuando él desaparecía, las Lunas se descubrían.

— Me llamo Aker —, le contestó —.  ¿Y tú?

Silencio. Simplemente se ven a los ojos.


— Yo soy Maat —. Ella replicó.

— ¡¿Eres la hija del Rey?! —  El joven tímido susurró.

— Sí, pero no tengas miedo.

— Nunca te había visto, solamente escuchado historias, en el pueblo...

— Pero yo a ti, sí —. Ella comentó.

Sonrisas. El viento se lleva lentamente a las nubes, mientras una sensación nace en el corazón de la niña. Es algo que nunca antes había sentido, nuevo, que ella respira.

— Debo irme. Tengo que llevar la pesca a casa.

— ¡NO! — Ella grita tomando de la mano al jovencito que ya partía.

El cielo se ha despejado. El Sol se dirige hacia el horizonte. La oscuridad empieza a conquistarlo todo rápidamente. Maat y Aker se acercan, se miran, exploran sus ojos y cierran sus heridas. Sus manos son fuentes de caricias compartidas. Entre los brazos de cada uno, el fuego los domina.

Maat se aparta y quita las finas ropas que cubren su cuerpo. Desnuda, le muestra su alma, que brilla cálidamente sobre sus pequeños y temblorosos pechos. Aker cierra los ojos. El medallón se ilumina. Con el torso partido, él deja escapar un pequeño quejido.

El medallón, ha desaparecido.

Los dos se acercan, y sin pedirlo, se dan un beso enloquecido. El Sol ya esta escondido y las Lunas, aún no han aparecido. La tarde es ahora, quien ha nacido.

El beso ha terminado y con un nuevo suspiro, del cuello de la niña es el medallón, quien ahora ha relucido.

Caminan tomados de la mano. Las Lunas gobiernan el cielo y con cada deseo que desde este lugar ellos han pedido, una nueva estrella aparece, con la ilusión titilante de un futuro compartido:

Stern.

Esta noche se han separado. Ella ha prometido acompañarlo a pescar siempre, no sin antes, darse un nuevo beso, para que el alba pueda nacer.