sábado, 7 de abril de 2012

El medallón de Stern - II

Se dirigen a la barra para hablar con el camarero. Por fortuna, nadie más se percató de su llegada.

— ¿Dónde está el alpinista?

— ¿Cómo dijo? ¡No le escucho, hay mucho ruido!

— ¡El alpinista, ¿dónde está?!

El camarero asiente torpemente con la cabeza y señala con mano temblorosa la mesa del fondo, donde se encuentra sentado un hombre viejo, de barba y cabellos descuidados, con ropa desgarrada y completamente cubierto de hollín. Sobre su mesa, hay una botella de ron de la cual bebe sin miramientos y una jaula mal hecha de bambú con un canario adentro. Su apariencia asquerosa hace que no haya ninguna mujer con él.

— Los está esperando.

— Terminemos con esto de una buena vez.

Al acercarse, el viejo los barre con la mirada de pies a cabeza, sin dejar de beber.

— ¿Es usted el alpinista?

— ¿Traen mi dinero?

En silencio, se le enseña al viejo la mochila abierta, iluminándose sus ojos inmediatamente.

— Siéntate solo tú, preciosa. Que tú amigo gorilón, se vaya a divertir a otro lado.

Lennox dubitativo, mira de reojo a la teniente.

— Déjanos solos.

— Estaré en la barra.

El viejo sigue bebiendo.

— Entrégueme el medallón.

— Antes dime tu nombre.

— ¿Para qué quiere saberlo? No es importante.

— ¿Quieres el medallón?

Un breve silencio.

— Soy la Teniente Fukuda, Líder del Escuadrón Amatista.

El viejo se sorprende y empieza a dibujar una sonrisa burlona en su rostro decrépito.

— ¿Fukuda? ¿Eres Kya Fukuda? ¡Carajo! ¡En verdad que ese medallón es importante para tu padre, me envió a su propia hija! ¡Qué cabrón!

— ¿De dónde conoce a mi padre? —, le responde con evidente molestia.

— Mira, preciosa, no nos hagamos tontos. Todos saben aquí quién es tu padre: El mismísimo Kaz Fukuda, dueño de las empresas mineras que están explotando hasta la saciedad los minerales de esta mierda de planeta, para enriquecer y hacer más poderosa a su maldita Fundación —. El viejo hace una pausa y da otro trago —. Además, él mismo me contrató.

— ¡Entrégueme el medallón, aquí está el dinero! —, Kya interrumpe inquietamente.

— Tranquila, preciosa. No me subestimes. Una simple señal de mi parte y todos estos mal nacidos estarán gustosos por divertirse y hacer gozar a la hija del patrón. Tenemos que ir por él.

— ¿Cómo?

— Mi trabajo era encontrarlo y lo cumplí. Ahora, tú deberás de tomarlo —, la mirada del viejo se vuelve perversa —, si es que puedes.

— No creo tener problema con eso.

— ¡Vamos entonces! —, el viejo se levanta con fuerza, tomando la botella y la jaula con el canario —, y que también venga tu amigo gorilón, que nos puede ser de ayuda.

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