lunes, 26 de marzo de 2012

Café


Despertar.
No quiero.

Ojos cerrados.
¿Para qué abrirlos?

Poco a poco estiro cada parte de mi cuerpo.
Duele un poco. Es delicioso.

¡Qué bien se siente!
Me hacía falta.

Un giro rápido.
Ahora, boca abajo, con la cabeza en el borde de la cama.

Veo el reloj.
Aún es temprano.

Trato de alcanzar el handy.
Está demasiado lejos.

No importa.
Vuelvo a taparme con las sábanas.

Desde la puerta de la habitación,
Tu voz.

Buenos días.

Paso a paso te acercas. Hago un hueco en la cama, para que te sientes a mi lado. Doblo las rodillas para que recargues tu espalda. Mis manos rozan tus brazos. Los recorren lentamente, hasta llegar a los hombros. No me cuesta trabajo, es sólo una insinuación y, de forma natural, casi mágica, te recuestas sobre mí.

Buenos días.

¿Qué tal dormiste?

Bien.

Me quedé viéndote hasta que te quedaras dormido.

Mis manos juegan con tu cabello. Cabes perfectamente entre mis brazos.

Gracias por cuidarme, pequeña.

No te estoy haciendo un favor. Has tenido una semana difícil. Necesitabas dormir.

Sonrisas.

Lo sé. Me hace mucho bien estar contigo. Te extrañaba.

Y yo a ti.

Los minutos se detienen. El mundo no importa.
Tranquilidad.

— ¿Quieres café?

Sí. Contigo, siempre, cada mañana.

No hay comentarios: