El escritor,
desesperado, contaba con preocupación sus síntomas.
―Paso horas sentado
y no me sale nada. Por más que pujo, ¡nada! Y de tanto intentarlo, termino con
las piernas entumidas, el estómago adolorido, las manos temblorosas, ¡y la
cabeza a punto de estallar!
Con actitud
afable, el doctor escuchaba mientras le escribía al mismo tiempo una receta. Al
terminar y entregársela, éste le dijo con voz segura.
―Tranquilo, buen
hombre; que he visto ya muchas veces su enfermedad y puede estar seguro que
tiene cura. Sólo debe ir a la farmacia por la medicina y tomarse dos
cucharaditas cada seis horas durante tres días. Verá que después de eso,
¡estará como nuevo!
Sin decir adiós,
el escritor se dirigió corriendo hacia la farmacia, para pedir lleno de júbilo
el remedio a su falta de inspiración.
―¡Me da dos sopas
de letras, por favor!
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